Este personaje ficticio arraigado en el folklore popular venezolano ha estado presente en las familias por muchos años, los padres nombran al Coco para amenazar a los niños malcriados, les dicen que el Coco vendrá y se los llevará o simplemente los asustará. La infancia estuvo marcada por ese personaje que nunca lo vimos, pero que nuestro imaginar característico de las primeras edades no los hizo imaginar de la manera más tétrica que puede existir y por eso desde siempre se le tuvo pánico. El personaje es variante según la región o país, en el caso de Venezuela podemos catalogarlo como una leyenda y puede ser interpretado de cualquier forma, pero lo que poco se conoce es que el Coco no era malo.

En el año de 1940 en un pueblo muy lindo de Venezuela de montañas, ríos, abismos y un clima tropical digno de las cosechas de cacao, se encontraba la hacienda de los Palacios, una familia muy adinerada de la zona que vivía en Caracas, pero su hacienda era cuidada por un capataz llamado Remigio de dudosa reputación en el pueblo.
El señor Palacios regularmente llegaba sin avisar, hasta que un día decidió contratar a una cocinera para que se encargaría de alimentar al capataz y otros trabajadores de la hacienda. Claudia se llamaba la cocinera y tenía una pequeña niña de 7 años llamada Josefina, pero de cariño su mamá la llamaba Pina. La niña se sentía sola y aburrida en esa casona la cual era grande y con muchos pasadizos, puertas y patios, hasta que un día decidió salir a conocer el jardín de rosas de la casa cuando vio a un muchacho de unos 25 años aproximadamente que brincaba y saltaba mientras regaba las rosas, Pina se le acercó para ver que hacía y así poder hablar con alguien, el muchacho se alejó corriendo al ver que la niña se le acercaba pues temía que ella le arrojase piedras y desperdicios como lo hacían los otros niños del pueblo.

El muchacho al que apodaban “gafo” era un joven con retraso mental. que lo utilizaban para mandados y trabajos forzosos a cambio de poco dinero, pero este se divertía haciendo los mandados, su cuerpo era de adulto, pero su mente era como la de un niño de la edad de Pina.
Pina y el muchacho gafo como él mismo se hacía llamar, se hicieron muy amigos, eran inseparables y este la llevaba a conocer todos los rincones de la hacienda y hasta la caballeriza donde el muchacho vivía, en las noches salían al jardín a recoger luciérnagas, insectos que emiten luz. Al muchacho le gustaban y se entretenía con ellos, por eso Pina al saber que el muchacho no tenía nombre lo apodo Coco y así se dio a conocer en toda la hacienda.

Remigio tenía tiempo robando al señor Palacios, utilizaba al Coco para llevar objetos de plata y oro hacia el pueblo donde se los daba a un bodeguero, llenaba el saco de algunas frutas para no despertar sospecha, pero un día el señor Palacios llegó a la hacienda sin avisar y se percató de la ausencia de algunos objetos y al interrogar a Remigio este señaló al Coco como el ladrón, por lo que comenzaron la búsqueda del Coco, quien esa misma mañana había salido al pueblo a llevar el encargo de Remigio.
El señor Palacios encontró a Coco en el camino y le pidió revisar su saco, el muchacho entre su inocencia lo entregó sin saber que dentro se encontraban parte de los objetos que habían desaparecido, el señor Palacios dio la orden de lo que lo apresara Remigio y lo llevara a la comisaría del pueblo, pero Coco salió corriendo y se perdió entre los matorrales. Pina esa mañana había visto como Remigio empacaba las cosas en el saco, pero con mucho temor esta salió corriendo y fue a donde la mamá a decirle lo que pasaba, como buena madre Claudia le creyó a Pina y le pidió que si veía a Coco le dijera que se fuera muy lejos del pueblo.
Esa misma noche Coco regresó a la hacienda y se escondió en la caballeriza donde casualmente se encontraba Pina llorando por su amigo, cuando llegó Coco, Pina se le abalanzó en los brazos y entre lágrimas le pidió que se fuera del pueblo, pero Coco no entendía lo que pasaba.
Unos niños que se encontraban cerca de la caballeriza vieron cuando Coco se iba con Pina, la niña les pidió que no dijeran nada de que habían visto al Coco y se marcharon al río. La madre ya había notado la ausencia de Pina, salió corriendo a ver donde estaba su niña y al interrogar a los niños, estos dijeron que se la había llevado el Coco, Claudia angustiada pidió ayuda al señor Palacios, quien en compañía de Remigio y el comisario junto con otras personas del pueblo salieron en caballo y armados con pistolas y machetes para buscar a la niña y atrapar a Coco, los hombres a caballo lograron ver cuando Coco y Pina habían bajado al río y estos al darse cuenta corrieron, haciendo que Coco se cayera y se lastimara la cabeza, se hizo una herida y perdía mucha sangre, Pina se quitó su suéter y se lo dio para que se limpiara mientras corrían, Coco boto el suéter y siguieron su camino.
La madre quien había ido detrás de los hombres llegó al lugar donde los habían visto bajar y se encontraron el suéter empapado en sangre por lo que pensaron que Coco la había matado. Con rabia e indignación se fueron detrás de Coco pues el señor Palacios lo quería ver preso, pero Remigio no, él lo quería muerto para que no dijera que él era el ladrón.
Claudia se fue detrás de los hombres pero en el camino se consiguió a su hija por lo que pudo constatar que no estaba muerta, Pina exclamaba que no quería que lo mataran y que su amigo era inocente, pero a unos cuantos metros había conseguido a Coco al borde de un abismo, entre el pánico decía que él no había hecho nada, pero Remigio entre sus ganas de atraparlo y matarlo se acercó mucho a Coco y este tapándose para que no le pegara resbaló y cayó al vacío consiguiendo la muerte de manera inmediata, la escena la había observado Pina.
Fue allí donde el señor Palacios corroboró que Coco no era el ladrón ni mucho menos asesino, pero ya no había nada que hacer, Coco había muerto. Pasó el tiempo y Pina se sentaba en la entrada de la hacienda a esperar a su amigo el cual nunca regresó, pero si se le acercó una luciérnaga que tenía un brillo no muy común y se posó en su mano, era Coco su alma se transformó en su insecto favorito, el mismo que le dio su nombre y que ya estaba junto a su amiga.

El alma de Coco no ha podido descansar, hasta que todos los niños no le tengan miedo, él no llegará al cielo. El Coco no es malo, era un niño como tú.
Daniel Navarro Petit @ElJournaldeDani
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