Basada en hechos reales
Venezuela es un país lleno de muchos cuentos y leyendas, algunos de estos han quedado en el pasado, las nuevas generaciones han puesto su atención en otros asuntos y las tradiciones y costumbres han quedado relegadas. Todos los cuentos de camino han quedado en el camino, la Llorona, el Silbón, la Sayona, Juan Machete y el hachador, son personajes del imaginario colectivo que siempre han sido leyenda, pero que fueron condenados al olvido por estas nuevas generaciones.
Armando de tan solo 20 años de edad, en el año 2015 tuvo un encuentro cercano con aquel espanto que llaman “el Silbón”. Aquel joven esperaba con ansias las pequeñas vacaciones del semestre para irse a la finca de su tío en Araure, este receso sería la distracción perfecta luego de un semestre estresante. Por fin había llegado el momento de viajar hasta la finca junto a dos primos. La finca quedaba muy apartada de la civilización, las calles eran de tierra y la época de lluvia había llegado, grandes charcos se formaban en pleno camino a la finca, pero eso no era impedimento para Armando y sus primos.
Una vez instalados en aquella casa muy rural de su tío, comenzaron a llegar algunos amigos de su infancia quienes de una vez les contaron los planes para ese fin de semana, una pelea de gallos y luego una fiesta. Caía la noche de aquel sábado y los jóvenes ya estaban listos para irse de fiesta, esperaban encontrarse con algunas chicas para echar un pie y así hacer amena la parranda. Entre linternas y celulares alumbraron el camino, el cielo estaba oscuro y algunos relámpagos alumbraban sus pasos por momentos.
Entre aquella oscuridad la música los atraía al lugar y al llegar al sitio un conjunto de música llanera amenizaba la velada. Pasado un rato los muchachos no dudaron en sacar a bailar a algunas damas. La noche transcurría y la fiesta cada vez estaba más buena. Yadira, una joven muy atractiva bailaba con Armando y al oído le susurraba que había una fiesta unos cuantos kilómetros de donde estaban y que ella era invitada y quería llevarlo a él también, así que cegado por la belleza de aquella dama no dudo en irse sin avisar a sus primos y amigos. Yadira tenía una moto y prometió llevarlo de vuelta hasta la finca de su tío, pero al llegar a la fiesta donde Armando no conocía a nadie, la muchacha lo sorprendió con que tenía novio y la estaba esperando en aquella parranda.
El pobre Armando asombrado por aquel desplante, decidió irse a la otra fiesta, su celular marcaba las 3:15 de la mañana, no había tomado mucho alcohol por lo que estaba consciente del peligro que corría en aquellos montes. Su celular casi se quedaba sin batería, no podía usar el flash de su cámara por lo que apuraba el paso en aquella oscuridad, de pronto se orilló para orinar y entre la maleza algo se movió y no dudo en preguntar: —¿Quién anda por ahí? — exclamó mientras curioso miraba a ver si divisaba algo, pero era en vano, el cielo ya estaba un poco despejado y la luna alumbraba un poco, pero igual no podía ver mucho. Una fuerte brisa le heló la piel y un fino silbido comenzó a escuchar muy cerca de él y repetidamente el silbido se escucha más cerca, Armando apuraba el paso y el camino se le hacía eterno, se detuvo en un frondoso árbol y quiso pensar con calma, ya los nervios lo atacaban, sabía que ese silbido era de el Silbón, pero se escuchaba cerca lo que significaba que estaba lejos. De pronto comenzó a ver como de unos árboles cercanos algo rozaba sus copas, se movían bruscamente mientras el silbido se escuchaba lejos, Armando sabía que ahora sí estaba cerca aquel espectro, a toda velocidad salió corriendo mientras el silbido se incrementó, aquel pobre muchacho rezaba hasta que tropezó y ya en el suelo vio la silueta de un hombre muy alto que estaba casi parado frente a él, entre llanto le clama que no le hiciera daño mientras gritaba y el silbido se hacía tétrico e intenso, como pudo se levantó y con el dolor de la rodilla cojeaba. Su cuerpo estaba erizado, estaba frente a la terrorífica presencia del el Silbón, de la cual Armando dudaba en que saliera en pleno siglo XXI.
De pronto sintió un fuerte golpe en su espalda, dejándolo inmóvil en el suelo mientras lanzaba un grito fuerte de dolor, sus primos estaban a unos cuantos metros y vieron cómo se escondía entre los grandes árboles el espectro aquel, que llevaba un sombrero muy grande que no dejaba ver su rostro, sus brazos eran largos y con ellos abría paso entre los árboles hasta que se perdió en la oscuridad mientras curiosamente se escuchaban unos perros aullar. Muertos del miedo corrieron hasta donde estaba tendido Armando quien se encontraba inconsciente, lo levantaron y a hombros lo llevaron hasta la casa.
Al siguiente día el regaño del tío y su mujer no se hizo esperar, Armando dormía profundamente mientras los muchachos le contaban a su tío lo sucedido, quien incrédulo y algo bromista les decía que eso ya no salía y que eran efectos del alcohol. Las burlas cesaron cuando notaron que en la espalda de Armando donde le había pegado el Silbón, le había marcado una especie de cruz de leviatán, símbolo diabólico. Hubo un silencio en aquella casa y hasta ese día los muchachos quisieron salir de noche por aquellos montes y Armando comprendió que la tecnología y la nueva era no eran impedimento para que aparecieran algunos espantos.
Daniel Navarro Petit @ElJournaldeDani
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